Versiones

La verdad no puede tener amantes. Es demasiado cruel para retenerlos. Yo soy amante de la mentira. La mentira es el sueño, la poesía, el arte [...] Yo vivo con las verdades indispensables. Pero moriría si no pudiera imaginar mis adoradas mentiras.

-Abel Quezada, cazador de musas.


Y cuando con su dulce engaño llegan, tienen poder sobre todas las cosas. A veces se quedan un momento; a veces se marchan con la misma fugacidad con la que aparecieron. Pueden venir en momentos seguidos, pueden abandonarme por semanas. Estos últimos días, se vienen posando sobre mis cuadernos de dibujo, y me sonríen con una canción sediciosa. Y mientras acomodan su cabello y retozan en mi fascinación, me ofrecen una visión de la realidad que se siente como una versión acústica de el mejor de los mundos imposibles.

Inequívoca, roza mi espalda con el dedo para que yo advierta su presencia. Me ha reconocido; me vuelvo apresuradamente para cerciorarme que no ha desaparecido. Me mira con esos ojos azul profundo, y me sonríe. —Pensé que tardarías un poco más en llegar, añade...


Es muy raro cuando la realidad se parece a lo que deseas. Entonces, es que hay que hacerle algún ajuste. Siempre he podido dibujar una versión del mundo más acorde a mis deseos que lo que las circunstancias dictan; una versión sin apego alguno por lo transitoriamente real, tan ajena al resto y tan cotidiana como lo necesite. Esto, desde luego, es mentira. Pero es de ésas mentiras que salvaguardan, dulces y libres, que no piden a gritos ser creídas, que no conocen de fronteras obtusas u otras limitaciones humanas.

Hay momentos donde tales mentiras son el único salvoconducto posible; es cierto que hay cerraduras que el oficio es capaz de forzar, pero con algunas necesitas desesperadamente a las musas. Ellas nunca anuncian anticipadamente su llegada. Cuando aparecen, lo hacen a tus espaldas, mirando por encima de tu hombro. Esto es importante, porque de otro modo no podrían guiarte el camino. También por eso buscarlas es inútil; así te vuelvas a toda velocidad, siempre quedarán detrás tuyo. Es tan simple como que ellas te encuentran a tí, no tú a ellas; ellas se valen de tí, no tú de ellas.

Podría ser para evitar el asedio de alegorías recurrentes, o simple y llanamente porque se les pega la gana, uno comunmente imagina que aparecerán enfundadas en una túnica blanca y en un carro tirado por gatos, y no de jeans y bebiéndose una lager en una oscura terminal de autobuses. Así gustan de pasar desapercibidas, y en muchas ocasiones es preciso cerrar los ojos para saber que están allí.

Cuando el primer rayo de luz matinal se coló entre las cortinas, sentí que al cuento le quedaban aún muchas líneas, y que en algún momento sería necesario escribirlas. Me lo tomé con mucha calma. En ese instante preciso, era imposible despegarse de un sueño tibio que tenía un sutil olor entre malta y amaranto. —Otro ratito—, pensé. Y volví a cerrar los ojos.

Llegado el momento de marcharse, y esta vez ataviada con un blanco resplandeciente, me abrazó y prometió que volvería pronto; la ví hacerse pequeña hasta desaparecer. Como ya expliqué, no puedo buscarla, sino simplemente desear que quiera encontrarme de nuevo, y que habrá de hecho una próxima vez. Pase lo que pase, es una hermosa mentira. Algún día me sentaré a escribirla. Aunque no tenga palabras. :)