4.- Tortuga

Hoy llueven martillos
los más probable es que peguen
hoy bajó la marea
se fue llevando sus restos.

Por un segundo... por un instante que no por efímero fue menos intenso, volví a sentir el aroma de los tulipanes, volví a sentir mis pies despegarse un centímetro del piso, volví a escuchar canciones en un idioma que no es el de los humanos.

Quise tropezarme de nuevo, pero ya no era la misma piedra. Así no tiene chiste. A ciertas piedras les salen patas y se mueven lentamente hacia rumbos que no tenías previstos.

Ay, tortuga, vete mar adentro
y déjanos y olvídanos.

Ergo sum

De lo sutil a lo estrafalario
de lo posible hacia lo improbable
de lo apropiado hasta lo inventado
estuve pensando en tu nombre;

en tu nombre que no es nombre
sino aire que todavía no sopla
risa que aún no ríe, sueño que no llega
semilla que no germina.


Me he de guardar voces que no voy a usar por ahora
también algunas noches sin dormir
en la garganta una canción que no conozco
y un par de líneas sin escribir.

Un día te animarás a preguntarme.
Entonces mentiré sobre tu nombre;
sé que no vas a creerme, pero quzá escuches mi historia
y hasta me devuelvas la sonrisa y me perdones.


(No es fácil escribir, y menos en un teléfono)

Ontológico

Lo que suceda de aquí en adelante da un poco lo mismo. Hemos estado siempre en un subjuntivo infranqueable, somos sueño y pesadilla, verdad y mentira, distancia y tiempo. No se puede forzar una cerradura donde ni siquiera hay una puerta. Somos tan improbables, que podemos transitar por donde sea. No necesitamos fingir nada porque en realidad, nunca ocurrimos.

Haremos de cuenta que ni siquiera hablamos de ello.

Positivo

Claro que nada se compara a la magia de sentir que un pedacito de tu corazón late fuera tuyo. Es sólo que en ocasiones cuesta trabajo asumir que hay que desprenderse de ese pedacito.

Dantesco

Completamente poseído, comenzó a estrangular el diapasón, y a sacar sus octavas fuera de toda proporción divina; hizo que su riff sonara en todos los círculos, y con su poderoso solo comenzó a poseer también al resto de las almas condenadas del lugar, quienes abandonaron su tormento para entregarse a los slide ups, los hammers y los atasques del trémolo Floyd Rose de la Gibson Les-Paul de Dante. La expectación crecía, y a todo fuego, las almas se consumían exigiendo más y más, en un infernal orgasmo colectivo.

Pero en eso, Dante se acordó de Beatriz. Se detuvo, y se volvió hacia Virgilio, quien entonces diluyó sus poderosos golpes de drum y rolotom en un casi inaudible sonsonete de platillo.

—Esto es el infierno, cabrones— Sentenció Dante (en italiano, obvio). Sorbió un gran trago de tequila, y comenzó a tocar canciones de José José. El tormento volvió a su cauce habitual. Ajena y distante, la bella Beatriz seguía atendiendo su Facebook.