De risa

Creo que nunca antes valoré tanto la importancia del sentido del humor. Siendo específico, de la compatibilidad en el sentido del humor. Reírse de las mismas cosas que alguien, es un regalo a menudo infravalorado. El humor es una muestra muy puntual de inteligencia. Y la inteligencia es de esas cosas que no pueden ni fingirse ni dismularse.

Siempre fui renuente a la idea de que hay inteligencias de diferentes tipos. Que si la emocional, que si la matemática, que si la visual, no sé. Me parecen placebos y eufemismos para que la gente que contesta tests no se sienta tan tonta con los lenguajes que no maneja bien. La cosa es que si acaso hubiera tales lenguajes para expresar la inteligencia, el humor es algo así como el esperanto de esta torre de Babel emocional en la que suele quedar atrapado nuestro inentendimiento.

No tengo ganas de elaborar ninguna idea en particular. Sólo quiero celebrar que, entre todas las cosas a las que me confié para curarme de lo que me dolía, no se me ocurrió que el humor haría tanto por mí. No recuerdo hace cuánto no me sentía tan valioso y aceptado, tan querido y apreciado. Y lejos de enojarme con esa persona que fui hace tres años, la que luchaba por ser suficiente, la que se creía todas esas cosas jodidas que decían sobre ella, la que aguantaba chingadera tras chingadera con tal de no perder lo que quería, aprendí a reírme mucho de ella. Aprendí a contar su historia sin amargura ni ironía, sino divertido ante lo pendejo que uno puede llegar a ser cuando se enamora.

Estoy volviendo a ser una persona de la que me siento muy orgulloso. Y confío en que mis orquídeas van a dar botones muy bonitos. Muero de ganas por reírnos otra vez de todo esto que nos estamos contando.