Amores y demonios

Le decimos «amor propio», porque asumir que nadie está obligado a recibirlo (y mucho menos a dárnoslo de vuelta) es confrontarnos con todo lo pendejos y egoístas que podemos llegar a ser.

No cruces océanos por quien no cruzaría un charco por ti. No le des tu amor en bandeja de plata a quien te sirve el suyo en un plato de cartón. No trates como Rolex a quien te trata como Casio, porque quien sabe lo que da, exige lo que merece. Te quiero, pero me quiero más yo, y por eso me fui. Porque más vale solo que mal acompañado, porque es importante alejarnos de las personas tóxicas, porque el único amor en la vida es el propio, ¿sabes? Porque sin duda, eres una persona que todavía no superó la adolescencia emocional, y enrevesar todas estas frases egoístas y pendejas es algo que le calza justo a tu ego lastimado.

Pero no es tu ego, en serio. El ego siempre es un problema de los otros. El ego de quienes se sienten mejores que tú por sus habilidades o sus logros. Esos que sólo buscan reconocimiento fácil y aprobación inmediata. Lo bueno es que tú estás más allá de ello, y los puedes dejar vivir su fantasía. Lo tuyo es mucho más profundo y verdadero. Tú tienes mucho dolor, y nadie más sabe cómo es. Nadie sabe lo que traes en la mochila, nadie sabe cómo fue tu herida de abandono, tus ausencias, tus pesares. Nadie entiende lo profundo de tu sufrimiento. Eres un ser único, especial y resiliente, que merece ser amado y respetado, pero ¡ay! Por algún capricho del destino siempre acaba expuesto a lo álgido y hostil del mundo. A la traición y a la indiferencia.

Lo bueno es que aquí es donde el amor propio viene al rescate. Es esa vocecilla que te recuerda que eres una persona buena, valiosa y querible. Que tu manera de pensar y de actuar es la correcta, que has hecho lo mejor que has podido, que tus yerros tienen una explicación, y que son apenas equilibrio y contrapeso para toda esa atrocidad emocional que has sufrido todo este tiempo. Porque tú eres una gran persona, los culeros siempre son los otros. Por eso alimentas ese sentimiento que insiste en lo equivocados que han estado quienes no han sabido apreciarte y valorarte, y que te promete que lo mejor está siempre por venir. Que todo te será recompensado, siempre que mantengas el camino que trazaste para ti.

A todos nos duelen y nos faltan cosas. Todos hemos ido dejando pedazos de nosotros en cada despedida. Todos hemos sentido el deseo de encontrar en los demás las piezas que nos faltan. Pero eso nunca significa que puedas exigirlas o arrancarlas. Eso que algunos llaman «amor propio», es el más voraz y peligroso de todos los monstruos y demonios que uno lleva dentro suyo. Es el egoísmo fingiéndose inocente, mientras nos sonríe y nos recuerda todas las cosas bellas y luminosas que nos merecemos. «Merecemos», ja. Verbo más jodido y más pedinche, pero que muchos aman por lo bonito  y tranquilo que se ve en el porche del autoengaño.

No sé. Aunque a veces cuesta mucho, uno crece cuando entiende que cada quién es responsable de sus sentimientos, y de paso aprende a hacerse cargo de sus duelos sin hundir a los demás. Amar no es para los indolentes, los necesitados, los cobardes o los frágiles. El amor nunca le habló bonito ni se fue con nadie tan pendiente de sí mismo que no haya querido darse cuenta.