Lugares de café

de modo que los mismos hechos que repitiéndose constituían para él motivo de felicidad, para ella eran causa de desasosiego; fuera de que siempre es levemente siniestro volver a los lugares que han sido testigos de un instante de perfección.
—Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas.

La perfección es un instante tan pequeño, que cuesta reconocerlo y asirse a él. Por eso casi todos germinan en algún lugar de la memoria que no teníamos previsto. Vengo a este café al menos una vez por mes. Lo hago en la mañana, antes de continuar con mi rutina del día. Es un sitio que suele estar muy concurrido, así que pido dos cafés, porque temo levantarme por el segundo y perder mi lugar. Lo bebo casi tibio, como el recuerdo de los días que cada vez se hacen más ligeros.

Miro alrededor las bugambilias, las macetas colgadas en las ventanas, los destellos de cielo tamizado a través de lo luido de las lonas. Miro hacia los lados de la calle, como si esperara a alguien aun teniendo la certeza de que no va a venir. Saco mi libreta y hago notas o dibujos, pero más por tener quieta la mirada y evitar que vague hacia lugares que ya no llevan a ninguna parte. El café es bastante bueno aunque nada extraordinario. Lo extraordinario dejó de encontrarse conmigo hace ya algún tiempo. Hay un momento, antes del final del primer vaso, en el que me siento un poco imbécil por venir —a veces en metro, cuando no circulo— a alborotarme la memoria, y me reprocho mi incapacidad para soltar y seguir hacia adelante. Me digo que está bien, que es un momento conmigo, pero casi todas las veces estoy que no me soporto, me caigo muy mal por pendejo, y me dan ganas de no hablarme el resto del día. También me digo que esto no es ningún ritual de nada, que a nadie le importa, que qué carajo gano con hacerlo, pero de alguna manera vuelvo el mes siguiente.

Espero no durar mucho aquí. Espero que se borre el mapa en el que alguna vez puse todas esas ilusiones que tenía sin estrenar. Espero que el sentido común haga lo suyo y me quite las ganas de venir. Espero que la memoria al fin acepte que hay instantes que no duran para siempre, y que es mejor guardarlos en algún lugar del corazón de esos que tocan la sonrisa. Tiro mis vasos de café y hago como puedo para seguir con mi día. Pero en eso pienso que el material con el que están hechos algunos sueños puede tardar miles de años en desaparecer, y que quizá debería llevar mi propio termo. De cualquier manera, siempre estoy tomando café y pensando en cosas que no van a pasar.