Tiene espinas el dorsal...

No es sólo porque me lo preguntaron; yo mismo me planteaba alguna vez la cuestión ¿es éste un blog de odio? No lo sé. Juraba que era de desahogo, pero vamos. La lectura tiene eso. Depende mucho de quién es el lector.

Por lo pronto, quizá sea momento de dejar descansar a los mostros, y pasar con los berrinches simples. Aquellos que igual me enojan, me frustran, me cansan y demás, pero no interfieren en mi vida cotidiana, ni siento su peso sobre mi espalda, ni llegan en la noche a espantarme el sueño, ni nada por el estilo. Tengo muchas cosas por arreglar, y tampoco es que pueda ocuparme mucho de los mostros grandes por ahora.

Entiendo que, y dada su naturaleza, volverán, volverán inesperados, volverán amenazantes, justo cuando ya me tenga muy creído que me he librado de ellos. Como dije muy, muy al principio de este blog, mis mostros son así. 

siguen aquí

Mis monstruos son sumamente dulces. Tienen la cortesía de aparecerse justo cuando menos los necesito.

Pareciera una necedad, pero es un hecho que son cabroncillos. Hay días en los que ufano decido renunciar a ellos, y siempre vuelven, como para recordarme su infinito poder de aparecer y desaparecer a placer.

A estas alturas, da un poco lo mismo. Puedo suponer que estoy en el medio del desánimo, que me ha vuelto de la curva gaussiana de una alegría autoinfundida. Estoy en la mitad peligrosa entre los extremos de querer creer que las cosas se arreglarán, y saber que lo conveniente es creer que esto no sucederá. Los mostros se ocupan de su videojuego, y sonríen. Saben cuándo tienen el hack de la victoria.