Ícaro

Quisiera contarte cómo me siento
hallar las palabras exactas, el modo perfecto.
Pero callo como callan las luces de día
cuando tímidas, saben que es poco lo que alumbran.


Estaba en las nubes, así que nunca me detuve a pensarlo. Tuve miedo siempre, pero incluso seguí aleteando hacia arriba, a la espera del inevitable derretir de la cera de mis alas. La caída fue tan cruel que en vez de matarme de golpe, fue haciéndolo por episodios.

Al pie del pedestal donde alguna vez estuve, y mirando el smog que ocupa el lugar de las estrellas, te regalo el testimonio de algunos de mis años; una envoltura vacía de los que ya no fueron, dos hojas en blanco con los que no serán. Fue un placer imaginarnos en el cielo.

Germinal

Te equivocas si crees que no noto cómo entras a hurtadillas al invernadero de mis palabras; a veces lejanas, a veces certeras, pero siempre torpes al momento de esgrimirlas. Crees que no haces ruido mientras las fragmentas para armar tu scrabble de semántica gastada. Entonces infieres, concluyes, conjeturas, entrevés y asumes cosas. Quizá deberías alegrarte de no ser tú. De no ser el talón de Aquiles, la mano de Cervantes, o la oreja de Van Gogh. No deberías jugar a ser el mago que adivina las cartas que están sobre la mesa, ni a usar disfraces con acosos que no te corresponden.

En vez de eso, simplemente apaga la luz. Deja a mis palabras abrirse paso por el mundo, permite que se trepen a los muros para llegar más alto, o llorar su savia si se sienten mutiladas. Permite que sus frutos lleguen a otras bocas, y que sus espinas hagan sangrar otras manos, porque ya no pertenezco más a ellas. Hace ya algún tiempo que decidí dejar de ser esclavo de lo que digo. La primavera nunca se va para siempre.

Prosodia

Leo tus mensajes como si te escuchara, como si tus palabras estuvieran escritas en voz alta; me saben entonces a la voz que sale de tus labios cuando rozan mis orejas. Inclino la cabeza para leer tu sonrisa de paréntesis que cierra, y también para sentir tu nuca sobre mi hombro, tus manos sobre mi cuello.

Camino sobre el otoño de tus palabras (sí; esas que el viento suele llevarse) mientras te contemplo ahora tan desnuda de ellas, en silencio. Esta vez voy a besarte antes de que broten de nuevo todos tus dilemas, antes de que bromees con que esto no pasó. Ya no soy capaz de consumirme en incendios subrepticios, pero aún así prefiero estar contigo, escuchando tu silencio, respirando tu calor.

Du bist so schön

Werd ich zum Augenblicke sagen Verweile doch. Du bist so schön.
—Johann Wolfgang von Goethe

Desde luego, no entiendo ni una palabra de alemán. Quiero quedarme contigo, y otra vez termino mi noche frente a la computadora pensando en tí. Nunca antes te ví caer rendida de esa forma. Incluso llegué a suponer que eras invulnerable. Qué alivio que no lo seas, porque últimamente me ha dado mucho por sostenerme de tí, y ahora entiendo que por difícil que parezca, siempre existe el riesgo de que en una de ésas te rompas, y nos caigamos juntos. No es que me asuste, simplemente no es algo que tuviera previsto. Aunque pensándolo un poco, no suena nada mal.

Espero a que todo deje de ser abstracto e insinuado y se vuelva sutil e improvisado. Juego a ser un papalote que vuela alto y desciende sin vértigo ni prisa cuando todo ha terminado. Esta vez has sido brisa suave acariciando mis mejillas. Hace ya 3 años que puse mi primera entrada en este blog, y la mayoría de sus moradores originales se han marchado, tanto del imaginario como del xml. No tenía contemplado que llenaras tanto de tí un espacio que creía vacío. Como dije, yo no entiendo nada de alemán. Pero tú sí. :)