Encuentros

Y si ves que me gusta perderme, es con el ánimo de revivir ese placer irrepetible de haberte encontrado.

En ocasiones no se me ocurre qué hacer contigo, y entonces juego a perderme. Me dejo llevar por el vértigo de fingir que no te sé de memoria, para comenzar a tocarte de oído, y hacer como si estuvieras escondiéndote en el camino de regreso a la memoria que me incendia el corazón para llenarme con su luz y su calor.

Entonces comienzo a buscarte desde cada sensación que me provocas. Te encuentro en tu voz acariciándome las ganas, y en todos tus colores derramándose en mis tardes; en esa sonrisa tuya siendo sinalefa entre el fin de cada día y el principio del siguiente. Te busco desde cada amanecer entre mis sábanas, y te encuentro en una hoguera bajo cada poro de mi piel, y también alborotando el avispero de mis labios; te busco en todos esos accidentes que nacieron en tu geografía, y me sorprendes siendo el epicentro del temblor en mis rodillas. Encuentro tu mirada haciendo crepitar cada uno de mis huesos, y ese modo tuyo de morderte el labio efervesciendo en cada gota de mi sangre. Te encuentro en la complicidad de cada silencio que nos damos cada vez que nuestras palabras terminan extenuadas y tendidas.

Y al final de todo dejo de buscarte, porque sé que estás en todo eso que has sido para mí; en todo el tiempo que llegó para quedarnos, en cada instante que encontró su manera de volverse irremplazable, en cada truco inexplicable que aprendió a volverse parte de los hilos de la magia que nos teje las historias cada vez que nos tocamos.