No lecturas

Supongo que hay lugares que no es bueno visitar ni con la mirada. Verá usted, la memoria está fresca todavía, y cualquier movimiento en falso podría causar que no fragüe como es debido. Hay un acto de cuidado grandísimo en la no-lectura. Los símbolos pueden ser confusos, y la ropa volverse jirones al intentar atravesar el entrelíneas. Y hay heridas que es preciso no tocar para que puedan volverse cicatrices que cuenten historias verosímiles.

Leo poco, lento y mal. Pero si algo me han enseñado todas las letras que han pasado por mis ojos, es que la vida es demasiado corta como para insistir en cosas que nos cansan, nos duelen o no nos hacen bien. Me quedo con el petroglifo de las marcas ilegibles que quedaron en mi espalda. Con el eco de las cosas que se escribieron en silencio. Con la resma de palabras que quedaron por decirse. Con la vida en las solapas acariciando los ex-libris. Con los sueños hechos polvo que se cuela lento hacia hacia la parte baja de un reloj de arena al que cada vez me falta menos para darle vuelta y comenzar de nuevo.