Recorrido

Y como otras veces, el silencio de la noche me sorprende atrapado en mis propios pensamientos. Me encantaría tener el don de la elocuencia para describirte cómo me siento. Pero las palabras me resultan ásperas y hostiles —algunas—, débiles y huecas —otras—. Intenté dibujarte como antes lo hacía, en el aire, sobre mis sueños; pero la tinta de mis dedos se atascó en lo árido de mi necesidad de olvido, justo en el ombligo de mis ansias.

Algún tiempo estuve jugando a pretender que no importaba, que se trataba de ignorar a mi ego hasta que simplemente se callara. Por un tiempo funcionó tan bien, que llegué a creer que te habías marchado, hasta que de casualidad me topé contigo en un rincón de mi garganta, a flote sobre el agitado río de todas esas cosas que al final no te dije.

El ruido del amanecer me sorprende varado sobre la laguna de todo esto que no he sabido cómo explicarte y que ni siquiera he podido escribir. Ojalá que allá donde te encuentras, no tengas tiempo para siquiera preguntártelo.