Belgrado

No importa si se tratase de política o amores, o de aparentes sinrazones; cualquier discusión, llevaba siempre a bombardear Belgrado.

Las alarmas suenan tardías; grandes nubes de humo se levantan, y el fuego devora con su monólogo atronador piedras que ya antes han atestiguado incontables asedios. Y aunque habrá alguien quien las ponga otra vez en su sitio, las marcas conservan aún muchas historias. Hasta que un día, Belgrado se cansó de ser Belgrado.

Decidió primero cambiar de nombre, aunque sus piedras le delataban. Decidió luego moverse unos grados; pero su geografía era inconfundible. Probó cambiar de colores, de tesituras, de hacer más amplias sus ventanas, de cambiar sus corredores. Por un momento, casi lo consigue. Pero apenas añoró el abrazo de las aguas del Danubio, desandó todo lo andado y volvió a acostarse en el sitio donde antes estuvo.

Hay momentos en la vida, en que lo que yace muy debajo te envía de regreso a donde estabas; aunque las bombas suelen preferir los edificios más hermosos, lo feo sobrevive para narrar el pasado. Cada vez que dan ganas de reedificar las cosas, a veces es preciso atender ciertas historias. Así estés dispuesto a repetirlas.

0 comentarios: