Minificciones (2)

Había una vez, una princesa que estaba comiéndose un danonino. Pero el doctor le dijo, tienes que comer verduras, y vegetales, y frutas, y plátanos, y manzanas. Entonces, miró en el refri, y sacó una zanahora. Pero la zanahora le dijo ¡no me comas! Si no me comes, te voy a contar muchos cuentos. Pero a la princesa, le gustan las películas, no los cuentos...

Un tráfico propio de las grandes urbes. Un calor propio del mismo infierno, aunque algo más húmedo. Un martes, como casi todos. Afuera, automovilistas y peatones se disputan la posesión de los pasos de cebra, de las calles y avenidas, de las esquinas recortadas, y de los carriles utilizables dentro de las reparaciones viales. Valentina se entretiene jugando algo en el teléfono, y Matilde mira al infinito; no importa que la calle esté llena de publicidad, de edificios, de ruido, y de un homogéneo mosaico de cosas tan disímiles...

No sé con exactitud en qué ocupe sus pensamientos en ese momento, pero lo que alcanzo a mirar por el retrovisor, es que saca, de algún lugar de sus calcetas un caramelo, y mientras permanece inmutable saboreándolo como sólo una niña de su edad puede, irrumpe en el silencio el

— Papi, ¿quieres que te cante una canción?
—Estaría muy bien. Pero ¿Sabes? ¡Preferiría que me contaras un cuento!
—Mmmm... Bueno.