San Jorge.


Cuando la fortuna te sonríe al llevar a cabo algo tan violento y feo como la venganza, es una prueba irrefutable no sólo de que Dios existe, sino de que está cumpliendo su voluntad.

—Kill Bill, Vol. 1


Iniciar una entrada con una cita sobre la venganza, podría ser tomada por alguno de los supuestos lectores de esta bitácora (aclaro que mis lectores son tan imaginarios como el resto de mis mostros; por eso me dirijo a ellos con tanta confianza) como que mis odios y rencores más profundos se han vuelto activos, y que mi retorcida mente trama algo diabólico...

Todos mis mostros —al menos los más violentos— saben que no hay mejor venganza que la que no se planea. Saben que intentar algo tan profusamente mundano, no sólo los rebajaría al status de simples entes caprichosos, dejando fluír su rencor libremente como una forma de alivio, sino que además los condenaría a tener un fin, y por ende una posible conclusión. Alguna vez leí, que el rencor es necesario. Que de otra forma, los que nos hayan hecho daño se habrán salido con la suya. Pero vaya, el rencor es una bestia tan vulgar, que ni siquiera merece estar hacinada en el zoo de mis divagaciones...


Sí, padecí recientemente un episodio de innecesaria violencia, que me ha dejado bastante maltrecho. La verdad que un odio enconado, con su fuego devorador habría sido bastante más eficiente. Es muy sencillo blandirlo, y servirse el conocido platillo frío. Pero como dije, eso es demasiado vulgar. ¿Una bestia, o 20 monstruos? La elección es evidente, aunque no fue sencilla. A veces el viaje no termina donde uno quiere, en ocasiones ni siquiera termina.

Estaba San Jorge, muy ufano y decidido, tras haber superado sus miedos, y a punto de encarar al feroz dragón. Estudió el mapa, urdió un plan, llegó a la puerta del castilllo, incluso se paró en el borde de la fosa, para poder gritarle a voz en cuello al dragón, que era hora de verse las caras. Pero sólo se escuchó la lejana voz este saurio aterrador, replicándole desde algún lugar al fondo del castillo:

—Estoy algo ocupado, ¿sabes?
ven después, y conversamos.

Es mentira que eso que está al pie del Castelo dos Mouros en Lisboa sea una estatua de San Jorge. Es el mismísimo Santo, a quien la larga espera lo volvió de piedra. Los juglares se encargaron de glorificarlo, de inventarle una gesta heróica, de convertirlo en leyenda y todo eso, pero la realidad fue algo diferente. El dragón, no salió nunca, y llevó a cabo su venganza sin siquiera proponérselo. Pero esas historias no venden libros, ni mucho menos hacen soñar a las princesas. De ahí su inquietante magia. :)

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