Colofón.

...En lo personal, le tengo un cariño especial, ya que pasaba por una situación difícil mientras lo leía y me hizo llevadero el tiempo, además de que tiene un capitulo que me pego XD...

Casualmente, yo también. Aunque fueron varios.


Odio los best-sellers. Si bien ya he explicado las razones por las cuales tomé en particular ese, y me dediqué a su lectura, debo reconocer que en un principio me resultó bastante ajeno. Tortuosamente, la primera vez leí el prólogo. La segunda, las dos o tres primeras páginas. Al mes, las siguientes cinco. Después, como una reacción en cadena, fui enganchándome en la historia, contextualizando los sucesos en el medioevo, esperando además que el dragón apareciera en la historia, con su fuego abrasador, dispuesto a quemarlo todo. Pero lejos de eso, apareció en pequeñas partes, sin más fuego que el necesario para encender una vela, sin más atisbos que su breve presencia dosificada a lo largo de las no pocas páginas.

Sin buscar la salvación, confiaba en que al menos me ayudara a no apartarme del camino. A veces los lastres estorban cuando se está en pos de la libertad, pero también ayudan a la imaginación a no perder piso. La imaginación precisa volar y llegar hasta los sitios más insospechados, pero requiere finos hilos que la mantengan sujeta a su origen. Dicho de otro modo: para liberarse, requiere vivir hasta cierto modo aprisionada. Cuando esto no ocurre, se pierde sin remedio en divagaciones inútiles; por eso es preciso mantenerla atada. Acudí al libro en todas las ocasiones en que necesité seguir la historia para no perderme en la propia. Al final, y aunque me quedé con la sensación de que la narración podría seguir un poco más, comprendí que difícilmente la trama tendría más camino que recorrer; forzarla a andar un camino que no planeaba, sería casi como creer que las cosas suceden con sólo desearlo.

Al llegar a la contratapa, hay que asumir que la lectura quedó allí. Las segundas partes —dicen— nunca fueron buenas, y quedarse a releer un relato tan largo no puede sino hacer que te pierdas en significados que nunca tuvo, en doblar en callejones en los que nunca reparaste, o simplemente quedar en un infinito circunloquio que disfruta de mostrarte porqué las cosas salieron mal.

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