Hace ya más de un año que Titi se fue de la casa. Creo que es parte de un proceso y tal y tal, pero creo que lo último que me dijo todavía me pesa mucho: «con ustedes no voy a crecer». Y me pesa porque cada vez que sé de ella, que sé que está haciendo algo que quiere, no puedo dejar de pensar que tenía razón y que viviendo conmigo no iba a llegar a los sitios en los que ahora se encuentra.
Hay cosas muy duras en todo esto. Creo que me construí una ilusión de levantar una nueva familia, hacer cosas y crecer juntos. Hasta que ella dijo que no. Que no le funcionaba, que no le servía, que no era eso lo que ella quería. Me siento muy orgulloso de ella por ser valiente y dar ese paso, pero carajo. No deja de dolerme. Creo que nunca pensé del todo en ese duelo de cuando los hijos te mandan a la chingada y se marchan. Y a la fecha, Titi parece que sigue muy enojada conmigo. Honestamente, todavía no no doy con el porqué. Pero bueno, parece que no importa demasiado. Infiero que las cosas se arreglarán algún día, que he hecho las cosas lo mejor que pude siempre y todo eso. Podría decir que tengo la conciencia tranquila al respecto, pero eso no es ningún alivio.
Vine a este blog buscando desahogo, y leí la última entrada que escribí antes de esta, hace cuatro años. No sé. Creo que en ese momento sentí que el final de esta bitácora había llegado. Que ya había resuelto lo que tenía que resolver, y que, aunque la vida no se puede dar por resuelta nunca, sentía que en estos años me había hecho de bastantes herramientas para lidiar con las cosas que me iba presentando. Mira, creo que sí. Creo que estos no son monstruos, que sólo me siento triste (cuando antes me sentía triste y pendejo), que en estos momentos puedo enfrentar mejor muchísimas cosas que antes me habrían rebasado.
Mi abuela siempre dijo que la vida da muchas vueltas. Creo que la vida, lejos de moverse en círculos, va dibujando helicoides que nos ponen en lugares en los que nunca habíamos estado antes, y a los que probablemente nunca querramos o tengamos necesidad de volver. Siempre que venía aquí, lo hacía regañándome, sintiendo que necesitaba reconstruirme, renovarme, hacer las cosas mejor, qué sé yo cuánto más. Ahorita sólo siento un dolor en el pechito. No es fácil asumir que la vida cambia, y que las personas que antes eran tu familia ya son otras muy distintas, y a las que probablemente ya no conoces. Siento que voy a necesitar más de una entrada para masticar un poco todo esto. No estoy tan lejos como pensaba de lo que soy, de lo que he sido siempre. La vida gira sobre sí misma, y nosotros alrededor de ella damos los tumbos que podemos.
0 comentarios:
Publicar un comentario