En casa

Esta tarde estuve mirando fotos. Pensé un poco en cómo la tecnología ha hecho que hacer una foto sea algo tan accesible, que ya casi no nos detenemos a pensar en todo lo que fotografiamos. Disparamos sin cuartel, y luego vaciamos el carrete en algún banco de imágenes. Vamos, incluso Google puede ocuparse de ello sin que nosotros se lo pidamos. Luego, uno mira las fotos que irremediablemente le llevan a personas, a lugares, a momentos.

De entre todos esos momentos, salieron algunas imágenes que tomé de anuncios y lonas con departamentos en renta. Y empecé a recordar mi búsqueda por un lugar dónde establecerme. Recordé cómo todo lo que encontré en aquel momento me parecía inaccesible.

Dos (o quizá tres) años después, estoy escribiendo esto desde el pequeño apartamento en el que vivo con mis hijas, y al que poco a poco y cada vez más nos sale llamarlo «casa». La verdad es que no quiero hacer una lista con todas las razones por las que llegar a esto no ha sido nada sencillo. Lo que sí, es que este lugar que fui acondicionando como mi refugio para la tormenta que había sido mi vida los últimos tres años, también se volvió un refugio para ellas.

Este ha sido un buen año para nosotros. Es cierto, hay una pandemia allá afuera que se ha llevado la vida de cientos de miles de personas, pero nosotros nos sentimos seguros aquí. Quiero decir, ya estábamos pasando otras tempestades cuando vinimos aquí a hacernos bolita los tres, así que con todo y su tamaño, esta cosa sólo está siendo una más. Tenemos la suerte de tenernos, de acompañarnos y de hacernos fuertes juntos.

Mis hijas llegaron aquí como cachorritos abandonados. Me agradecían la comida, el cobijo, el cuidado. ¿Qué adolescente normal te da las gracias por ir al mercado, por lavar los trastes, por ocuparte de cosas en apariencia tan rutinarias? Pero su mamá decidió «rehacer su vida», y al parecer no se dio cuenta de cómo eligió organizar sus prioridades. 2019 fue un año muy muy duro y muy extraño para todos.

Hace unas semanas, Titi me dijo «soy muy feliz aquí». Y respiré con alivio. Xou me contó que en la otra casa pasaban hambre y frío, y que no tenían ni un solo recuerdo bonito de ese lugar. Ese lugar en donde su familia se rompió, y en donde se sintieron culpables (creían que podían evitarlo), solas, insuficientes y abandonadas. Como dije, son tiempos difíciles allá afuera. Por eso siento que comenzamos a muy buen tiempo la construcción de este hogar que nos salvó de aquella tempestad, nos está cuidando de esta, y del que tengo motivos para creer que nos seguirá protegiendo de las que vengan. 

Mientras llenaba formularios y hacía trámites para su ingreso al bachillerato, Titi vaciló un momento y preguntó: Papá, ¿cuál es mi dirección oficial? —Tu dirección oficial es donde vives, Titi—, respondí con sorprendida seguridad. —Gracias, sólo quería corroborar que tenía que poner la de mi casa— dijo, y yo pensé en que qué bonito es poder llamarle a un lugar así luego de tantísimo desmadre. :)

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