Quiero encontrarle un hilo a mi desorden y nada más no me sale. Es que, deberías ver cómo queda la mesa cuando acabé de dibujar. Todos los colores, los bosquejos y la basurita de la goma me recuerdan que voy tomando las cosas conforme las necesito, y que es hasta el final que las vuelvo a poner en su lugar.
Siempre quise ponerte en un lugar de la memoria en donde no dolieras, en donde no extrañarte tanto, en donde no me hicieras falta. Y aunque por un rato me creí que se podía, de algún modo tu nombre se quedó grabado en mi tristeza, en mi enojo, en mi rabia, en todos los reproches que me hago cada vez que me equivoco. Hubo una vez un incendio entre nosotros, y de algún modo aprendí a llevarte dibujada con ceniza.
Quiero encontrarle el hilo a mis motivos, pero hace mucho que mis laberintos son más largos que el ovillo, y que cada minotauro en el andén del corazón se ocupó de devorarme los pedazos de piel que me sobraban. Es que, deberías ver cómo me gusta darle vueltas a las cosas, como si quisiera aprendérmelas antes de no mirarlas más, y por si un día las necesito de regreso.
Siempre quise tenerte en un lugar del corazón en el que estuvieras cómoda, pero un día te me hiciste demasiado grande, y debí salirme yo para que no explotara todo con nosotros dentro. Y luego de estos años de vagar a la intemperie, resultó que lo que parecía desorden y destiempo, resultó ser argamasa de todo lo que supimos ser aún estando lejos.
Quiero encontrarle las razones a la historia, pero llevo un buen rato ya sin necesidad de preguntarme nada. Resulta que de pronto todo mi desorden otra vez sonríe, todas las paredes me acarician, y todos esos días en que no estuvimos juntos de repente se encontraron como dos espejos frente a frente que se abrazan mientras ven nacer un infinito. Quedan un montón de cosas que contarnos, y noto cómo mi mundo se volvió otra vez un palimpsesto.
0 comentarios:
Publicar un comentario