Onírica (2)

Te soñé frente a un piano de cola, de esos que salen en las películas de romance. Pero no era un salón vacío, ni se adivinaban velas o candelabros cerca. Tampoco había carmines, bermellones, granates, escarlatas o bordós en el ambiente. Pienso que quizá ni siquiera había sonido, o que éste estaba debajo de mi atención dirigiéndose a la tuya. Vacilando me acerqué, y pude ver que en realidad escribías algo en una máquina de escribir turquesa. Y que el resto de la escena tenía un tenue matiz a ese color. Llevabas una mascada alrededor del cuello, y yo tomaba asiento frente a ti, al otro lado del piano que para ese momento ya había perdido la cola. Recuerdo haberte contemplado absorto, mientras ahora sí sonaba la llovizna de las letras escapando de tus dedos.

Entonces me miraste y desperté con sobresalto. Otra vez te fuiste sin que me haya dado tiempo de decirte nada. Creo que debe haber una razón por la que los sueños se escriben en pasado participio.

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