Monstruos


Estoy cansado, claro
porque a esta altura uno tiene que estar cansado.
De qué estoy cansado, no lo sé;
y de nada serviría saberlo,
porque el cansancio seguiría igual.

La herida duele porque duele,

no en función de la causa que la ha abierto.
 

—Fernando Pessoa


Perdí la cuenta de hace cuánto comencé con esta bitácora, toda vez que mis motivos iniciales comenzaron a esfumarse. Luego me di cuenta que todavía había cosas que seguían dándome comezón, como a veces pica una costra seca justo antes de volverse cicatriz. Comezones que tuve a bien llamar mis «mostros», y que fui haciendo mías a base de apego y desolvido.

Comencé a escribir como única salida y como último recurso, y fui llenándome de letras; letras que se me prendieron a la piel, y comenzaron a devorarme hasta la carne. No sé cómo, ni en qué momento, si pasó de súbito o gradualmente, pero fui volviéndome uno de esos monstruos sobre los que tanto escribí antes, a los que tanto maldije, de los que tanto me quejé amargamente. Esta noche tiré la primera mordida. No sé qué va a ser de mí ni de mi blog a partir de este momento.

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