Dantesco

Completamente poseído, comenzó a estrangular el diapasón, y a sacar sus octavas fuera de toda proporción divina; hizo que su riff sonara en todos los círculos, y con su poderoso solo comenzó a poseer también al resto de las almas condenadas del lugar, quienes abandonaron su tormento para entregarse a los slide ups, los hammers y los atasques del trémolo Floyd Rose de la Gibson Les-Paul de Dante. La expectación crecía, y a todo fuego, las almas se consumían exigiendo más y más, en un infernal orgasmo colectivo.

Pero en eso, Dante se acordó de Beatriz. Se detuvo, y se volvió hacia Virgilio, quien entonces diluyó sus poderosos golpes de drum y rolotom en un casi inaudible sonsonete de platillo.

—Esto es el infierno, cabrones— Sentenció Dante (en italiano, obvio). Sorbió un gran trago de tequila, y comenzó a tocar canciones de José José. El tormento volvió a su cauce habitual. Ajena y distante, la bella Beatriz seguía atendiendo su Facebook.

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