El lugar del cangrejo.

Por un instante mínimo, efímero, sentí que mis pies se despegaron del suelo. No. No es que cambié de opinión y decidí regresar a escribir con metáforas; es que efectivamente durante ese brevísimo lapso, pude sentir el aire debajo de mis pies...



Segundos antes, había escuchado el canto débil y ronco de la musa inspiradora, entre el incesante rebotar de los búfers que alternaban beats neo-ochenteros con norteños. Necesitaba cerciorarme de que el canto no estaba sólo en mi cabeza, así que esquivé a varios chicos que bebían algarabía en vasos de poliestireno rojo, rumbo al balcón a tomar un poco de aire fresco. Estuve seguro de verla. Una reunión de veinteañeros malacopa no es un sitio para estar mucho rato, así que tuvimos que huír del lugar; en la confusión, y como en la canción del metro balderas (en la de Rockdrigo, no en la de El Tri), perdí de vista a la musa en la noche negra del antiguo pueblo de Mixcoac. —La perdí. La perdí, y ni siquiera me terminé mi última cerveza—, pensaba mientras caminaba lentamente sobre la calle vacía de Nueva York. Y la añoré como pocas veces. Añoré su luz que guía mis pensamientos, que en ese momento vagaban conmigo, hacia el mismo sitio de todas las otras veces.

Al llegar a casa, me serví el poquito de café que quedaba en la jarra, y me senté en el sillón sin encender la luz. Por enésima vez, todas mis ideas se salieron del corral, y ni siquiera hice por ellas.

—¿Estás ahí?— Preguntó mi mujer desde el fondo del departamento.
—Sí. Acá estoy.—
—¿Qué haces?—
—No sé. Nada. Pensando.—
—¿Y en qué piensas?—
—En la inmortalidad del cangrejo—

Yo sé. Eso último sonó como esa frase ambigua y común que dice uno para salir del paso. Pero en verdad, en ese momento, reflexionaba sobre la realidad ontólogica más rara que conozco: Los cangrejos no existen. Sólo hay uno, y es el mismo cangrejo, repetido muchas veces. Unos dicen que se recicla constantemente dentro de su coraza, y que por eso parece que no muere. Otros, que sólo hay una única y universal conciencia de cangrejo repartida en muchos de estos bichos, una suerte de 'alma colectiva'. Como sea. Tras algunos suspiros y un par de SMS sin respuesta, el cansancio me hizo abandonar la divagación, y concluír apuradamente que un cangrejo sólo existe cada vez que alguien piensa en él. Comprendí también por qué por un instante, fue que sentí esa ligera brisa bajo mis pies. :(

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