Greta (Samsa)

Tenía muchas ganas de llorar. De nuevo las cosas no habían salido como yo esperaba; en esa ocasión en particular, me sentía abatido más por la frecuencia que por la potencia de aquello que me causaba el llanto. Instalado en el drama y con pensamientos difusos, de pronto comencé a prestarle atención a la música de violines (imprescindible en toda escena de depresión estándar) que se escuchaba de fondo.

—¿Eso que tocas es de Beethoven?— pregunté en voz alta. Greta no contestó.

Tampoco es que fuera relevante. Disto mucho de ser un experto en música, menos aún si se trata de violín; de hecho, si alguien me tomara por sorpresa, en la calle y me preguntara "Menciona un violinista famoso", sin duda el primer nombre que arrojaría sería el de Lazlo Lozla. Resolví que lo mejor era mantener la boca cerrada, y me acerqué un poco para escuchar mejor.




El sol vespertino entraba por las ventanas de mi taller, y creaba un claroscuro que incendiaba las luces con amarillos otoñales y perfilaba las sombras con destellos dorados. Me quedé mirando sus ágiles y delgados dedos, su cabello castaño, su nariz respingada, y sus salientes pómulos. No quería romper la armonía de la escena y mucho menos interrumpirle; pero en mi torpeza de buscar un sitio dónde sentarme, accidentalmente derribé un par de botes que había dejado allí más por desidia que por descuido. Los botes a su vez derribaron una escoba, la escoba golpeó la estantería, y comenzó una desafortunada reacción en cadena que terminó con una zarabanda de herramientas y materiales estrellándose contra el suelo. Greta no se inmutó en absoluto.

Como pinturas y algunos solventes comenzaran a derramarse, tuve que poner prisa en acomodar y separar algunas cosas antes de que el desastre alcanzara proporciones mayores. Suspiré con tedio. Otra vez a ordenar mis utensilios por color/tamaño/tipo; a ver si no se reventaron los frascos de tinta. ¡Puff! los pasteles ya están hechos polvo. ¡Chingao! ¿Por qué siempre me pasa esto?

—Tchaikovski.

—¿Tchaikovsky? ¿Pero qué carajos tiene qué ver con..?
Hice una pausa.
Tan ocupado estaba maldiciendo a Murphy, que no reparé en que Greta se había vuelto hacia mí, y que fue esa la respuesta a la primera de mis preguntas. Me dirigió una sonrisa burlona, y continuó con lo suyo. Puff. Decidí no agobiarme más; de cualquier forma, asumo que nunca terminaré de ordenar mi material. Mejor será que vaya a la cocina por una de esas bolsas de basura gigantes, así aprovecho deshacerme de algunas cosas. —¿Tomas café?— La violinista asintió con la mirada.

Dispuse un gran baúl de tapa plana a manera de mesa; llegué con dos tazas, el azúcar y una sola cucharilla. Yo no tomo azúcar. Ella, a mi juicio, toma demasiada. Mientras terminaba su ejecución y guardaba su instrumento, tomé un trapo y una escoba, comencé a llenar la bolsa de basura, y a juntar los pedazos de todo lo que podía repararse. La cafetera anunció con un silbido que el café estaba listo, así que fui a la cocina por él. Estando en eso, escuché cómo Greta echaba más y más cosas a la bolsa de basura.

—¡Epa! ¿Puedo saber qué haces?
—Ayudándote a limpiar.
—¿En serio? ¡Vaya! De verdad, gracias. Pero no lo necesito.
—Si no lo necesitaras, no estaría yo aquí.

Desde el penoso incidente con Gregorio, Greta aprendió a dejar el pasado a un lado. —Yo nunca propuse deshacerme de mi hermano; a él yo siempre lo quise y lo querré mucho—, decía. —El que me tenía harta, era ese bicho espantoso, inmundo y quejumbroso en el que se había convertido.

En ese sentido, la respeto mucho. Lo que llega a exasperarme, es su tono socarrón. —¡Qué bonito barco! ¿De verdad pensabas guardarlo? ¡Ja! ¿Y esto? ¡No me digas! ¡Ya sé! ¡Ya casi lo terminabas, no? ¿Este es el mapa de algún tesoro escondido? Sí, claro—. Así, la bolsa se fue llenando de muchos objetos que tenían los más diversos significados para mí. Al igual que muchas personas, guardo cosas porque pienso que algún día haré esto o lo otro con ellas (aunque en el fondo sé que tal cosa no sucederá). Pero también guardo venenos ineficientes, cartas no enviadas, y piezas que son más bien monstruos incomprensibles, producto de hechizos fallidos. Si ella me preguntara el porqué, le diría que guardo esas ciertas cosas, porque aunque en su momento no las comprendo del todo, en el futuro próximo, y puestas en retrospectiva, me ayudan a entender qué pasaba y cómo me sentía en ese momento de mi vida. ¡Ah! ¡Qué respuesta más convincente iba a darle! Pero Greta jamás preguntó.

Cerró la bolsa llena, y la sacó de mi taller. —¡Y no te atrevas a intentar rescatar algo de esto! Corrió un poco las cortinas, abrió las ventanas, sacudió algunos trapos. —Quizá tenga razón con el tema del pasado—, pensé. Cuando las cosas cambian tanto, es una necedad querer conservarlas por lo que fueron, o peor aún, por lo que pudieron haber sido. Creo que no es bueno pensar en las cosas del pasado como si fueran un hilo al cual atarse para no perder el camino, o el cual atarse en un dedo para recordar cosas. Apenas terminó de endulzar su café, se soltó el pelo y colocó sobre el baúl su sujetador. Le soplaba a la taza, y le daba pequeños sorbos. La expresión en su rostro parecía suavizarse, y no pude evitar preguntarle:

—¿Cómo haces para que las cosas no te afecten?
—Deja de darle vueltas a ese tema, ¿quieres? — estalló. —¡Me aburres! ¡Sólo deja de guardar tanta cosa inútil, sólo deshazte de tus estúpidas metáforas de una buena vez!

Greta se despertó con sobresalto. Miró su reloj. Casi las 4 de la mañana. Se levantó por un vaso de leche para tratar de conciliar nuevamente el sueño. Había estado soñándome, y no yo a ella como en un principio supuse. Por la mañana Greta salió a su trabajo, y por la tarde acudió al conservatorio donde estudia. El resto de su día transcurrió con total normalidad. Yo en cambio, aún conservo el sujetador de cabello que dejó olvidado, y que me hace sonreír cuando casualmente me lo encuentro. Sinceramente no aprendo. :)

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