siguen aquí

Mis monstruos son sumamente dulces. Tienen la cortesía de aparecerse justo cuando menos los necesito.

Pareciera una necedad, pero es un hecho que son cabroncillos. Hay días en los que ufano decido renunciar a ellos, y siempre vuelven, como para recordarme su infinito poder de aparecer y desaparecer a placer.

A estas alturas, da un poco lo mismo. Puedo suponer que estoy en el medio del desánimo, que me ha vuelto de la curva gaussiana de una alegría autoinfundida. Estoy en la mitad peligrosa entre los extremos de querer creer que las cosas se arreglarán, y saber que lo conveniente es creer que esto no sucederá. Los mostros se ocupan de su videojuego, y sonríen. Saben cuándo tienen el hack de la victoria.

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