A través de la ventana

Cuando la ventana está activa, emite sonidos, parpadea. Fluye sobre sí misma y dice algo, acompañado casi siempre por el sonido predeterminado de la aplicación. Pero antes, un efímero instante antes de ese sonido que evidencia que se ha pulsado 'enter', se escuchan pequeñas notas musicales. Se escuchan las coyunturas que sisean incluso después de que la ventana de mi lado ha reproducido el texto.

El problema comienza con el silencio. Invariablmente miro la imagen. Cuando está habitada por otros dibujos, es relativamente sencilla de interpretar: basta mirar una Mandy blandiendo un Hattori Hanzo, para saber que conspira, sospechosea, y se ocupa de hacer todo lo que una dama armada con esos temibles botones haría, para saber que simplemente practica con eficiencia el tsun tsu...




Otras veces, yace allí un Willie estrellándose contra la ventana, clara referencia a que aunque algo puede no andar bien, está de tan buen humor que, al igual que el célebre coyote, puede caer una y otra vez al infinito precipicio, sin siquiera lastimarse. Sin miedo a levantarse, a emprender de nuevo la cacería, sin miedo a intentar nuevas formas de lograr el anhelado objetivo que corre por el desierto.

A veces vaga, la imagen de un unicornio, propia de un cuento fantástico, o de un grupo de Tuxes ataviados con indumentaria ocasional, e incluso el reno que padece las inclemencias del clima, revelan vaguedad. Revelan que está, pero no está; el sistema se inhibe, y escribe 'ausente' en la línea de status, pero no está lejos de la verdad. Se sabe ausente, paseando sobre sus propios contubernios, recorriendo la vereda de sus diserciones, o sencillamente reflexionando en todos los significados posibles del término 'pajareando'.

El final de esa vaguedad, suele ocurrir cuando aparecen la rata café con unas gigantescas gafas que desde hace meses no para de mirar un tomo de 'El Hobbit', o algunas poliresinas que fungen como búquends. Entonces ha sido atrapada por un libro, o simplemente acude a él para posar su mirada en algo con más de 72 pixeles de resolución. Cuando en vez de ello, aparecen Víctor y Emily danzando bajo la nieve, sé que es el momento de no molestar: es de mal gusto interumpir cuando la gente está en un momento tan íntimo consigo misma.

Pero la elfa violácea es un completo misterio: La musa del dibujo mira sobre su hombro izquierdo, y su mirada se pierde en el infinito. Y yo me pierdo con ella, cuando inútilmente trato de seguirla. La figura al otro lado del monitor puede ser disímil con la del dibujo, pero no así la que desde hace un tiempo habita en mi imaginación, y a la que busco bajo cualquier pretexto. A la que me pregunta:

juas que hacias despierto a las 4 y media xP

y que hace que en vez de responderle 'pues nada, aquí', me de por escribir un montón de líneas; me de por ser profuso en vez de elocuente, y me haga hacer un largo, larguísimo rodeo, para explicarle cosas tan sencillas como que me es difícil transcribir un cuento, porque la mayoría de ellos son producto del momento en que los escribo, o que no atiné a decirle simple y llanamente:

¿Sabes? tenía ganas de escribirte un correo. De haber estado en el MSN, te hubieras ahorrado mi tedioso soliloquio. :)

1 comentarios:

~Angelique~ dijo...

Vuestros soliloquios jamás podrían ser tediosos, te lo aseguro.