Premoniciones

Digamos que uno teme que las cosas sucedan, y entonces suceden. Queda un hueco ahí. Digamos que haberlas previsto no hace que duelan menos. Se siente ese pequeño vértigo, esa punzada en el estómago de cuando ves que las cosas van a caerse, se caen, y no puedes hacer nada para impedirlo.

Uno nunca está preparado para ciertos duelos. Uno puede razonar todo lo que quiera, pero al final lo que falta está ahí, gritando su vacío a voz en cuello. Sigo sin poder abrazar los cambios. En especial cuando vienen con espinas. Uno está por ahí, intentando reconstruírse, como si esos soplos del destino no tuvieran la virtud de derribarlo todo. Sí, claro. La fábula habla de que por eso hay que hacer una casa de ladrillo, pero no siempre se tiene tiempo para hacerlos cuando se está a la intemperie. Quiero creer que todo lo que duele va a sanar, y que todo va a arreglarse para bien. El tema es que mientras todo eso sucede, otra vez hay que revisarse los pedazos y limpiarles los hubieras. El futuro es una cosa que siempre va muy lenta, hasta que de verdad ocurre.

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