Rupestre

Arrancarse a las personas no es tarea sencilla. Hay que ver si la piel alrededor ya está muerta, o todavía palpita. De las que además echaron raíces, ni hablamos. Uno nunca sabe qué tan dentro están hasta que faltan. Uno puede recorrer sus cavernas interiores tanto como quiera, sólo para ver el petroglifo de todos los adioses que quedaron sin tocarse y pasar los dedos por las huellas rupestres de la memoria. Hay una parte de mí que se está muriendo en este momento, y también quiero creer que ese duelo es parte de crecer. Sigo llevándole flores cada tanto. Quiero que cuando el resto de mí muera conmigo esos pedacitos estén ahí, y podamos contarnos alguna historia que nos haga sonreír.

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