Tras el humo

Alguna vez dije que «todo daña». Fue a propósito del cigarrillo, pero no sé bien por qué lo dije así, de manera tan torpe y apresurada. Todos los fumadores sabemos cuánto daño nos hace nuestro hábito. Desde fuera, parece que estamos eligiendo acercarnos a la muerte. Que estamos desestimando el daño que le hacemos a los que nos rodean. Que somos egoístas. Que pueden más nuestra adicción y hedonismo. Que intentamos escapar de algo. Que no queremos confrontar nuestra ansiedad. Que nos escondemos tras el humo.

Desde dentro, es todo eso que parece pero todavía más intenso. Amplificado y oscurecido por el eco y las tinieblas de nuestras cavernas interiores. Y de manera paradójica, eso es justo lo que hace que nos acostumbremos. Quizá a todos nos duelen muchas cosas. Cada vez que encendemos un cigarro, en el fondo de nosotros habita la ilusión de que un día vamos a poder nombrar lo que nos mata sin necesidad de respirarlo.

2 comentarios:

Armando Colina dijo...

Siempre buscamos las adicciones para quitarnos algún peso emocional, cualquiera que sea siempre escogemos las que nos hacen daño buscando una respuesta o solución rápida, es una manera de autoflagelarse de manera inconsciente, pero buscamos esa anestesia momentánea que nos quite el dolor, es contradictorio, está bien pero está mal, está bien que queramos alejar ese mal pero está mal la manera, no mueras en el intento no te desvanezcas con el tiempo.

Genrus dijo...

Si es una solución, es todo menos rápida. Sí hay un tema con la sustitución, pero eso es justo el asunto con la lentitud. «Morir en el intento» me parece el punto clave de lo que dices.