Hoy leía a la gente en Twitter hablando de arcoiris, y recordé que de
niño, nunca nadie me supo explicar a qué color se parecía el «añil».
Claro, lo primero que hice fue buscar en el diccionario. Pero mi pequeño Larousse era en blanco y negro, y las personas que escriben diccionarios no suelen ser muy buenas explicando los colores.
El
cuento es que alguien, quizá cansado de mi insistencia, dijo algo como
«imagínate un color que no conozcas, y a ese se parecerá el añil». Ya
sé. Los adultos son rarísimos. Pero no los culpo. Y es que ¿cómo
explicas un color? Es decir, podrías hacer una lista de cosas con ese
color y compararlas, pero al hacerlo estarías hablando de las cosas, no
de el color.
Años después estudié diseño gráfico. Hoy sé en qué
espectro de luz está el añil. Puedo describir sus coordenadas y valores
en varios sistemas de color estándar. Pero a veces miro al cielo húmedo
que queda después de la lluvia, y recuerdo que hay colores que todavía
no sé cómo explicar. El añil del arcoiris lo sabe y me sonríe.