Madre, sólo hay una. (A veces 2)

Sin ninguna duda, mi madre es una gran persona. Lamentablemente, y en mi papel de hijo ingrato, pudo haberme tocado la tediosa tarea de recuperar todo su anecdotario de una máquina que corre Windows 95 (Sistema operativo que en realidad no creo que exista; estoy convencido de que sólo es un cuento para asustar a los desarrolladores cuando algo no les sale). Reconociendo con algo de vergüenza que fue en una actitud de ah, cómo jeringas, le sugerí que se abriera un blog. Mala idea...

Minificciones (2)

Había una vez, una princesa que estaba comiéndose un danonino. Pero el doctor le dijo, tienes que comer verduras, y vegetales, y frutas, y plátanos, y manzanas. Entonces, miró en el refri, y sacó una zanahora. Pero la zanahora le dijo ¡no me comas! Si no me comes, te voy a contar muchos cuentos. Pero a la princesa, le gustan las películas, no los cuentos...

Un tráfico propio de las grandes urbes. Un calor propio del mismo infierno, aunque algo más húmedo. Un martes, como casi todos. Afuera, automovilistas y peatones se disputan la posesión de los pasos de cebra, de las calles y avenidas, de las esquinas recortadas, y de los carriles utilizables dentro de las reparaciones viales. Valentina se entretiene jugando algo en el teléfono, y Matilde mira al infinito; no importa que la calle esté llena de publicidad, de edificios, de ruido, y de un homogéneo mosaico de cosas tan disímiles...

No sé con exactitud en qué ocupe sus pensamientos en ese momento, pero lo que alcanzo a mirar por el retrovisor, es que saca, de algún lugar de sus calcetas un caramelo, y mientras permanece inmutable saboreándolo como sólo una niña de su edad puede, irrumpe en el silencio el

— Papi, ¿quieres que te cante una canción?
—Estaría muy bien. Pero ¿Sabes? ¡Preferiría que me contaras un cuento!
—Mmmm... Bueno.